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EL COLÁGENO

Foto del escritor: Gonzalo Guajardo GonzálezGonzalo Guajardo González
Cuando los conocí, me cayeron muy gordos o, pior, me dieron miedo.


Cuando los conocí, me cayeron muy gordos o, pior, me dieron miedo.

Una tarde, mi marido me comentó, como sin darl’importancia, que’l viernes s’iba p’al otro lado. Como dicen por ‘ái, al oírlo, me acalambré.

«No juegues», le dije; «ya sabes que yo todo me lo creo, y tú vienes con este chistecito».

Mi Manolo se puso muy serio, y hasta parecía qu’iba a soltarse a chillar. Ton’s me di cuenta de qui’ablaba en serio. Confesó que desdi’ace días andaba en ésas, con unos amigos del barrio, pero no me lo comentaba pa’ no priocuparme. También me confesó que muchas veces, en la casa, se sentaba, como ido, pero en realidá veía que yu’andaba tronándome los dedos porque no alcanzaba ni pa’ un caldo de huesos. Me juró y perjuró que sus cuates podrían encontrar chamba rapidito; que ‘tons, m’íba a enviar el dinero que le cayera.…Yo m’ice la mensa, como que le creí, aunque sabía que no era tan fácil.

Al fin él se fue y yo me quedé pa’pechugar lo que viniera. 

Pasaba el tiempo y de mi Manolo, ni sus luces. No supe a dónde fue a parar. 

Busqué y busqué trabajo, y nada. Lo único que se me ocurrió fue entrarle de lavacoches. A nadie le pedí autorización; un día, a la vuelta del mercado, sólo me puse en una calle con trapo y cubeta de agua y le ofrecí lavarle el coche al primero que se estacionó. Cuando regresó le cobré setenta varos. 

Así comencé. Me parecía que pudía hacer otra cosa, pero no tenía uscuela y debía procurar a los hijos que hicimos yo y mi Manolo. 

Después de lavar unos coches, se micercaron dos tipos malencarados. Después supe que a uno le decían Mi Chorch, o algo así, y al otro Porras. Cad’uno traía su franela al hombro. El Chorch fue el primero que me encaró, me preguntó quién me había autorizado ponerme en ese lugar. No le entendí: “¿cuál lugar?”; dije, “si ‘stoy en la calle”. “No te hagas wey, este es nuestro espacio.”. Lueguito me di cuenta de que ellos son los jefes de ese lugar y que deciden si acectan, o no, al que ahí se ponga. Me puse rete nerviosa y les pedí que me dejaran chambiar, pos mi marido se fue a los yunaites y desde hace mucho no sé nada de él.  Hasta les rogué diciéndoles que mis chamacos se están muriendo de hambre. Tons, dijo el Porras que podía trabajar ahí, pero que tenía que pagar. “¿Pos cómo voy a pagar? Si me puse aquí es porque no tengo nada de dinero. “Pero eres vieja”, me contestó, y puedes pagar con … Me dijo una palabra que no entendí. Agarré mis chivas y me fui corriendo, asustada del lugar. Pero me atormentaba que mis hijos estaban más y más demacrados y yo no podía llevarles nada. Busqué trabajo de criada, pero no encontré. En todos lados me preguntaban si sabía leer y escribir. ¿Qué podría contestar, si mis apás siempre me dijeron que no necesitaba scuela porque mi marido me iba a mantener. 

Dispuesta a todo, regresé a buscar al Chorch y al Porras. Cuando los encontré me preguntaron si les pagaría lo que me pidieron, les dije que sí y se me echaron encima, metiéndome mano. Me dió harto miedo y me defendí furiosa. Les gritaba que qué se creían y por qué abusaban. Fue cuando Porras me preguntó si no estaba dispuesta a darles el, otra vez dijeron esa palabrita que no entendía. Días después supe que decían colágeno. Tons se detuvo el Chorch y le hizo una seña al otro. Luego voltió  y me preguntó qué había entendido yo que les pagara si me autorizaban a esta ahí. Les dije que nunca supe qué pedían pero yo creía que era dinero. ‘Ora sí solté el llanto y les repetí que mis hijos se morían de hambre y ya nos habían echado a la calle. Tons una vecina se compadeció y nos dejó estar ahí de arrimados, pero tenía que llevar algo pa’ comer. No sé cómo me vieron pos me dijeron que me quedara quieta. Se alejaron y hablaron quedito entre ellos. 

Tons regresaron y ya en otro tono me dijeron: “Perdónanos manita, nos confundimos y creímos que tú querías otra cosa. No te habíamos entendido. Puedes quedarte aquí el tiempo que quieras. En adelante nosotros te vamos a cuidar, nadie te molestará.

Desde ese día ya trabajo en esa calle sin dar nada a cambio. Porras y el Chorch sacan la cara por mis hijos y por mi.  

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